Floppies

tomine2013

Escasos cómics con funda de plástico entre mi desordenada y rala colección. Los «Optic Nerve» de Tomine sí, porque los acostumbraba a comprar por correo a Drawn & Quarterly y así venían ya, enfundados. Ahora acabo de leer del tirón los números doce y trece que, evidenciando la escasa productividad del amigo, coinciden con los años en los que han sido editados. Tres delgados comic books en cuatro años no son para tirar muchos cohetes, pero es que Tomine se casó, tuvo un hijo, ahora ilustra portadas del New Yorker, y eso tiene que notarse.

En estos dos últimos Optic Nerves (el 12 y el 13, repito) Tomine se resiste a la desaparición de los floppies, los comic-books de tapa blanda. En ellos documenta también su resistencia a tener presencia en la red; nada de tablets, facebooks, twitters, emails… Una especie de rebeldía nostálgica que no entiende nadie: ni sus colegas, ni los lectores, ni siquiera sus editores. Lo cierto es que no hay nada de romántico en la postura de Tomine. Se sabe superado por la ola, y sin embargo sigue publicando cartas recibidas exclusivamente en papel, y editando nuevas entregas en forma de comic-book, aunque ahora sea una vez cada año y medio.

No quiero decir que me sienta identificado con Tomine, pero justo hoy reflexionaba con un colega sobre lo de ver pelis a golpe de click. La conversación ha acabado recordando a un artista cuyo nombre olvidé, pero que sólo mostraba sus películas de Super-8 si eran proyectadas sobre su propio cuerpo. Ahí queda.

Eso sí, el Optic Nerve número 13 contiene una historia titulada «TRANSLATED, from the JAPANESE,» que es de lo mejor, de aquello que te hace levantar del sofá y ponerte a escribir un post después de 6 meses.