Leo en un artículo en Gizmodo que antes de que acabe la década, existirán discos duros tan grandes, que cabrá en uno sólo de ellos y sin problemas la totalidad de la obra mediática humana digitalizada. Serán discos de «petabytes». Aunque a mí «peta» me suena a más ridículo que «mega» o «giga» resulta que es muuuuucho más. Es como lo de subteniente, que suena mejor pero es muuuucho menos que teniente. A lo que vamos, en un solo «peta», cabrá la totalidad de la producción musical universal en mp3. Incluyendo todas las versiones de Luis Cobos, las obras completas del Orfeón donostiarra y las canciones de Luis Aguilé. Me imagino un IPod de 40 petas donde podrías llevar la filmoteca mundial completa en DivX, eso incluye todas las pelis de Ozores y los films propagandísticos lituanos de los años 30 por decir algo. ¿Veremos semajante disparate? ¿Existirán un Kazaa o un eMule todavía? ¿O sólo con pensarlo podremos descargar una peli porno a nuestro chip implantado en una recóndita parte de nuestro body?. Ayayay que no voy a poder dormir esta noche.
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Crash
Después de la Palm le ha tocado a uno de mis discos duros: 60Gigas que se han ido al container, y hemos sufrido aquí en la casa/oficina unos cuantos días con los PeCés en pelotas. Pero aquí estamos otra vez, informáticamente sanos. Hace una semana estuve en el penúltimo día de rodaje de la nueva peli de Cesc Gay, charlando con Pere Pueyo y Eduard Fernández, y hace un poco más estuve en la doble presentación de «Moby Dick», el documental de David y Jordi del que ya había hablado por aquí. Quería escribir de estas dos experiencias dedicándoles un post a cada una de ellas, pero su momento pasó y ahora que puedo me caen un poco lejos y hasta me da pereza. Hay más cosas pendientes y que no me olvido: subir «Semáforos», un corto sonrojante de… 1993 !!!, hablar de Internet2, recuperar la «Semana fotográfica infame» en formato de Fotoblog, retocar por enésima vez la web de Nhf, y más cosas…
Back to life
Siento el desmadre, sobre todo por los miles de seguidores de está miserable bitácora (gracias Vicente, por tus comentarios, según mis estadísticas, el 60% de ellos son tuyos), pero no es fácil cambiar una placa base de un ordenador y salir indemne. Tres días de mi vida se han perdido entre sus slots. A lo que vamos.
Como Miguel me ha dado permiso, colgaré un trailer marciano de su intergaláctico corto en breve.
Por cierto, mañana jueves estaré en Madrid, y el viernes espero anunciar la fecha definitiva del estreno de Nhf.
La última de PH, esta madrugada a la 1:30 tenemos concierto en Los conciertos de Radio 3, que sí Nando, los mismos a los que vas tú…
Lo guardo todo
Guardo todos los bits. El primer PC que tuve fue en 1988. Aparte de darme cuenta de que soy bastante viejo, el hecho de considerarme casi un pionero en esto no me ha reportado satisfacciones enumerables: sólo puedo recordar el tiempo perdido «configurando» mis PCs. ¿A qué te dedicas? Configurador, yo configuro. Amanecía, y yo configurando. Eso sí, a partir de ese primer PC cada vez que me he actualizado a uno nuevo he ido acumulando bits. Me quedaba con los discos duros (de 20Mb, hasta de 10Mb tengo un par !!!), o me hacía mis PkZips (la opción spanning en DOS era «-&») en diskettes de 5 y cuarto. Cuando me agencié el primer grabador de Cds (eso sí que es una inversión amortizada y no una yogurtera) me pude librar de toda la chatarra amontonada. El resultado es que dispongo en unos cuantos CDs de todos los textos emanados de mis dedos desde practicamente 1987. Son muy pocos CDs, las letras ocupan una miseria comparadas con la reciente basura mediática multimedia que también guardo, ya he dicho que lo guardo todo: Mensajes de correo enviados, recibidos, (incluidos los de mi cuenta en Compuserve, alta en 1992), borradores, spam, docs, txts, wri, pdf, ovl(¿), WordStars, WordPerfects, cuentos, guiones, novelas, trilogías, sagas, enciclopedias… ¿Que si los consulto? Pues no mucho, pero ahora que estoy escribiendo de nuevo (no sólo para el weblog, hay otras cositas en marcha) he tirado de algún párrafo remoto. Me ha sido más fácil encontrarlo de lo que pensaba, y han salido algunas cosas inesperadas, otras sonrojantes y unas pocas para partirse el culo. Aquí hay algo (al azar?) de lo que ha emergido sin buscarlo:
(Original Archivo de Word metro.doc) 18-5-96
Al principio, mi madre me acompañaba hasta las taquillas, ahora ya no. Tampoco conoce al vendedor nuevo. Los primeros meses del curso había otro, uno viejo y poco simpático, pero éste me saluda todos los días, incluso cuando paso por las máquinas automáticas.
Es bueno poder subirse al metro en la primera parada. Me gusta elegir el asiento más cercano a la cabina del conductor, allí donde hay más ruido.
Tres paradas después, en Collblanc, el vagón ya está lleno, y también es bueno mirar hacia arriba y ver las caras de muy por la mañana, de toda la gente, todos queriendo sentarse. Tienen envidia de mi asiento, que te lo digo yo.
La chica de la bata rosa sube en Badal, siempre busca acomodarse junto a la puerta contraria, y allí entorna los ojos, parece dormirse profundamente y despierta justo cuando el metro irrumpe en Diagonal. Es como un reloj.
Muchas veces me pongo a mirarla. Mi madre me dice que tenga cuidado, que no me duerma y se me pase la parada. Yo me bajo en Vilapicina. Es la penúltima de la linea cinco. Luego sólo esta Horta. Una vez fui hasta Horta, sólo para ver como era el final de la linea cinco. Pero créeme, es decepcionante. Al final de todo no hay una pared, ni nada, ¡sino que hay más túnel!. Lo que oyes. Hacen bajar a todo el mundo y luego el metro sigue hacia dentro, no sé dónde. Estuve esperando un buen rato, pero el que salió por el otro andén no tenía el mismo número delante, en la ventanilla, así que no sé qué hicieron con aquél en el que iba yo. A la vuelta me senté al lado del hombre que abre y cierra las puertas, y estuve todo el trayecto a punto de preguntarle dónde iban los metros después de la última estación. No me atreví, porque soy muy tímido y porque mi madre me dice que no hable con nadie.
Antes no cogía nunca el metro. Vivíamos muy cerca del colegio. Luego de repente nos vinimos a la otra casa. Bueno, todos no, que mi padre se quedó allí, aunque eso ya se veía venir, ya te lo he explicado ¿no?. Claro que en realidad él tampoco era mi padre.
Al principio, en la nueva casa, no estábamos raros ni nada, era cuando mi madre me acompañaba cada día hasta la misma entrada del metro. Ahora que no me acompaña sí que está un poco rara, no sabría decir muy bien por qué. A mi padre de verdad no lo veo mucho. A él sí que le preguntaría directamente lo del metro. Seguro que lo sabe.
En Verdaguer, el metro ya está a tope. A veces hay tanta gente, que cuando llega la curva de Sagrada Família (y sé cuando va a llegar, por el ruido de las vías), siempre hay alguien que pierde el equilibrio y tiene que apoyarse en los otros para no caerse. La verdad es que no lo entiendo: si van cada día de pie, cómo es que no saben que después de Sagrada Familia viene una curva y hay que estar preparado. Alguna vez se me ha escapado la risa. El lunes estuve controlando a un tipo que entró en Entença con cara de despistado. No se atrevía a hacerse un hueco y agarrarse a la barra del centro. Me dije: éste cae en la curva de Sagrada Família. Pues sí. Ahí fue que se me escapó la risa, tú me dirás, cuatro estaciones que lo estuve esperando.
Ahora en invierno, es un rollo cuando se me sienta al lado alguna mujer con abrigo.
(…)
(El archivo de Word sigue, pero me parece que son textos de otro relato.)