Guardo todos los bits. El primer PC que tuve fue en 1988. Aparte de darme cuenta de que soy bastante viejo, el hecho de considerarme casi un pionero en esto no me ha reportado satisfacciones enumerables: sólo puedo recordar el tiempo perdido «configurando» mis PCs. ¿A qué te dedicas? Configurador, yo configuro. Amanecía, y yo configurando. Eso sí, a partir de ese primer PC cada vez que me he actualizado a uno nuevo he ido acumulando bits. Me quedaba con los discos duros (de 20Mb, hasta de 10Mb tengo un par !!!), o me hacía mis PkZips (la opción spanning en DOS era «-&») en diskettes de 5 y cuarto. Cuando me agencié el primer grabador de Cds (eso sí que es una inversión amortizada y no una yogurtera) me pude librar de toda la chatarra amontonada. El resultado es que dispongo en unos cuantos CDs de todos los textos emanados de mis dedos desde practicamente 1987. Son muy pocos CDs, las letras ocupan una miseria comparadas con la reciente basura mediática multimedia que también guardo, ya he dicho que lo guardo todo: Mensajes de correo enviados, recibidos, (incluidos los de mi cuenta en Compuserve, alta en 1992), borradores, spam, docs, txts, wri, pdf, ovl(¿), WordStars, WordPerfects, cuentos, guiones, novelas, trilogías, sagas, enciclopedias… ¿Que si los consulto? Pues no mucho, pero ahora que estoy escribiendo de nuevo (no sólo para el weblog, hay otras cositas en marcha) he tirado de algún párrafo remoto. Me ha sido más fácil encontrarlo de lo que pensaba, y han salido algunas cosas inesperadas, otras sonrojantes y unas pocas para partirse el culo. Aquí hay algo (al azar?) de lo que ha emergido sin buscarlo:
(Original Archivo de Word metro.doc) 18-5-96
Al principio, mi madre me acompañaba hasta las taquillas, ahora ya no. Tampoco conoce al vendedor nuevo. Los primeros meses del curso había otro, uno viejo y poco simpático, pero éste me saluda todos los días, incluso cuando paso por las máquinas automáticas.
Es bueno poder subirse al metro en la primera parada. Me gusta elegir el asiento más cercano a la cabina del conductor, allí donde hay más ruido.
Tres paradas después, en Collblanc, el vagón ya está lleno, y también es bueno mirar hacia arriba y ver las caras de muy por la mañana, de toda la gente, todos queriendo sentarse. Tienen envidia de mi asiento, que te lo digo yo.
La chica de la bata rosa sube en Badal, siempre busca acomodarse junto a la puerta contraria, y allí entorna los ojos, parece dormirse profundamente y despierta justo cuando el metro irrumpe en Diagonal. Es como un reloj.
Muchas veces me pongo a mirarla. Mi madre me dice que tenga cuidado, que no me duerma y se me pase la parada. Yo me bajo en Vilapicina. Es la penúltima de la linea cinco. Luego sólo esta Horta. Una vez fui hasta Horta, sólo para ver como era el final de la linea cinco. Pero créeme, es decepcionante. Al final de todo no hay una pared, ni nada, ¡sino que hay más túnel!. Lo que oyes. Hacen bajar a todo el mundo y luego el metro sigue hacia dentro, no sé dónde. Estuve esperando un buen rato, pero el que salió por el otro andén no tenía el mismo número delante, en la ventanilla, así que no sé qué hicieron con aquél en el que iba yo. A la vuelta me senté al lado del hombre que abre y cierra las puertas, y estuve todo el trayecto a punto de preguntarle dónde iban los metros después de la última estación. No me atreví, porque soy muy tímido y porque mi madre me dice que no hable con nadie.
Antes no cogía nunca el metro. Vivíamos muy cerca del colegio. Luego de repente nos vinimos a la otra casa. Bueno, todos no, que mi padre se quedó allí, aunque eso ya se veía venir, ya te lo he explicado ¿no?. Claro que en realidad él tampoco era mi padre.
Al principio, en la nueva casa, no estábamos raros ni nada, era cuando mi madre me acompañaba cada día hasta la misma entrada del metro. Ahora que no me acompaña sí que está un poco rara, no sabría decir muy bien por qué. A mi padre de verdad no lo veo mucho. A él sí que le preguntaría directamente lo del metro. Seguro que lo sabe.
En Verdaguer, el metro ya está a tope. A veces hay tanta gente, que cuando llega la curva de Sagrada Família (y sé cuando va a llegar, por el ruido de las vías), siempre hay alguien que pierde el equilibrio y tiene que apoyarse en los otros para no caerse. La verdad es que no lo entiendo: si van cada día de pie, cómo es que no saben que después de Sagrada Familia viene una curva y hay que estar preparado. Alguna vez se me ha escapado la risa. El lunes estuve controlando a un tipo que entró en Entença con cara de despistado. No se atrevía a hacerse un hueco y agarrarse a la barra del centro. Me dije: éste cae en la curva de Sagrada Família. Pues sí. Ahí fue que se me escapó la risa, tú me dirás, cuatro estaciones que lo estuve esperando.
Ahora en invierno, es un rollo cuando se me sienta al lado alguna mujer con abrigo.
(…)
(El archivo de Word sigue, pero me parece que son textos de otro relato.)