Ya he contado aquí que algunos domingos me paso por el Mercat de Sant Antoni. Últimamente menos: al haberse desplazado a la calle Urgell por las obras algo del encanto se ha perdido.
Este último domingo me acerqué y acabé comprando por 3 euros el libro «Imágenes», una compilación de textos y conversaciones de y con Bergman. Los primeros capítulos dedican gran parte del texto a «Persona«, una película que no habia visto. Hasta ahora.
Detuve la lectura y me propuse seguir con ella una vez hubiera subsanado la incidencia. Al final he visto «Persona» pero aún no he reanudado el libro, quizás porque temo que me va a pasar lo mismo con las otras pelis que me faltan, como «La hora del lobo», o «El rito»… Pero dudo que me causen tanto impacto como ésta. Creo que el paso del tiempo le ha sentado bien a «Persona», quizás (y de nuevo) porque que tenía todos los números para que el tiempo demoliera su discurso. El título de trabajo original era «Cinematografía», y eso dice mucho de la pretenciosidad del amigo Bergman. Y esa pretenciosidad, que en otros es copia y vacío, es lo que ha conseguido que «Persona» se mantenga más fresca, más misteriosa que el día de su estreno.
Bergman nos recuerda que todo esto no es más que un fotograma detrás de otro y (a veces) un sonido que acompaña todo el asunto. La trama más críptica y la actuación más intensa no son más que un frame, y luego el otro y otro más. Al final el celuloide pasa por todos los engarces del proyector y queda dando vueltas en la bobina, la pantalla en blanco, iluminada completamente con la luz limpia que proporciona el arco de carbón, y que ningún proyector digital puede aspirar a igualar.