Poniéndolo todo en perspectiva, y en un momento en el que parece que todo se desmorona, rescato el 2005, cuando tuve que irme al extranjero a trabajar porque parecía que en mi país no había sitio para mí. En medio de aquel caos, volví a rodar después de 4 años, un corto en una mañana. Aquel corto era «Máxima pena» y le debo mucho.
Siete años después, y en el plazo de una semana, hemos renovado los contratos de distribución internacional de «Máxima Pena» y «Libre Indirecto». Dos serias distribuidoras, Future Shorts en el Reino Unido, y Kurz Film Agentur en Alemania, confían todavía en la carrera comercial de ambos cortos por cinco años más. «Son unos clásicos», me dicen. Hemos restaurado la imagen en HD y remezclado el sonido. Están listos para verse en las salas con nuevos proyectores digitales.
Hace poco recibí una carta de un profesor de cine de la universidad de Ankara en Turquía. Durante años había usado el inicio de «Sed de mal» para explicar el plano secuencia a sus alumnos. Ahora me escribía para comunicarme que desde que vio mis cortos utilizaba «Máxima pena» en lugar del fragmento de Mr. Welles.
Nadie se acuerda de los almacenes italianos y alemanes que ayudé a informatizar para ganarme la vida en el verano de 2005. Fue un año complicado.